martes, 29 de abril de 2014

Restos de vesos y bersos.

Adoro hablar con la boca llena de sinceridad.
Hablar con restos de alma entre los dientes, y no saber si es tuya o mía, 
o de algún desconocido que me inspiró mientras dormía.
La sonrisa de perfume que respiro cuando me miras.
Adoro ensuciarme las manos de tinta,
y disfrutar de todo lo que me alimenta,
saben mejor las palabras cuando se tiene sed de ellas,
los dedos sucios, 

las manecillas desordenadas, la arena desparramada
 y la camisa remangada.
Tu camisa, a cuadros. Sin botones. Desabrochada…
Tú. Sin nada.
Vestirte de versos, y desnudarte después letra por letra.
Adoro apoyar los codos sobre la mesa
después de haber puesto las cartas sobre esa bandeja
que tanto nos cuesta utilizar.
El tiempo. Como siempre, el tiempo.
Distancia, miedo, olvido, dudas. Tristeza.
Pero lo que más adoro de todo es,
tu falta de educación cuando de vez en cuando,
sin dejar que termine de hablar,
sin avisar. Me miras. Sonríes.
Me besas.


viernes, 25 de abril de 2014

La habitación de Noa.

Hemos vendido la habitación de Noa. No la habitación en sí, eso sería imposible, supongo. Los muebles. Hoy han venido a llevárselos. Les escucho acurrucada en un rincón de mi cama, acompañada por la sensación de que me van a tirar la pared encima en cualquier momento. Compartimos pared. Bueno, compartíamos. Cuando era pequeña Marco y yo siempre le dábamos las buenas noches con tres golpecitos. Ella los daba y nosotros los contestábamos, o al revés, y si no recibíamos respuesta volvíamos a darlos. Mi padre está intentando ayudarles, pero como Noa solía decir, es peor el remedio que la enfermedad, porque cada vez se oyen más golpes y la pared tiembla más. Escucho dos voces diferentes, además de la suya. Parecen extranjeros. Creo que son musulmanes, no estoy muy segura. Que conste que no tengo ningún tipo de prejuicio, si salgo y me encuentro con un alemán y un chino me dará exactamente igual, pero que quieran enviar el dormitorio a Marruecos es bastante revelador. Mi madre está muy triste estos días. Se ha ido de casa. No se hablan entre ellos. Entre mi padre y mi madre, digo. Es todo muy bonito. Mi madre suele decir que mi ironía roza la prepotencia y la pedantería, que tengo que intentar corregir eso, pero no puedo evitarlo. Prefiero decir que es todo muy bonito a decir que todo es angustiosamente aciago y funesto, o que me dan ganas de llorar de frustración y de pena si cierro los ojos y me paro a pensar. O a sentir. El caso es que no sé cómo van a sacar esos muebles tan grandes por una puerta tan pequeña, pero tampoco quiero verlo. No quiero salir de aquí. No me gusta entrar en la habitación de Noa. Suena a triste, huele a tristeza de perfume. Y ahora, cuando la vacíen tal vez sea peor. Parecerá una tontería, pero el hecho en sí me resulta desgarrador. Es como si estuvieran arrancando su alma a pedazos de ahí dentro, uno por uno, sin anestesia. Y cuando terminen quedará vacía. Cuando terminen no quedará ni cuerpo, ni alma. Cuando terminen, no quedará nada.

lunes, 21 de abril de 2014

El lugar de Loquepudohabersido.

A ver, díganme sin pensarlo mucho: ¿A dónde van todos los versos que por falta de compañía no acaban en un poema? ¿A dónde van los personajes que por falta de inspiración no acaban en un relato? Las promesas desmontadas, las conversaciones pospuestas indefinidamente que nunca tienen lugar, los tequiero no dichos, y todos esos pensamientos y sentimientos que nos tragamos los seres humanos por esa maldita costumbre que tenemos de no hablar las cosas claras. ¿Y los besos y abrazos y demás muestras de cariño? ¿a dónde van? ¿A dónde van todos esos besos que no se dieron, pero se quisieron dar? Esos con los que sientes cómo te tiemblan hasta las rodillas, con sus rótulas y sus ligamentos y sus meniscos (el que todavía los conserve), y no sabes si aguantarás en pie el tiempo suficiente como para mantener el tipo y continuar con tu actitud de soymasduroqueunbocadillodeescombros…Qué alguien me lo explique, ¿a dónde van? Porque llevo dos semanas sin escribir nada leyendo historias de otros, perdiéndome entre personajes incompletos, entre versos aislados, y entre sueños raros que no alcanzo a entender y no me dejan descansar tranquila. Y es que no comprendo el por qué de la existencia del hediondo y desgarrador mundo de los asuntos pendientes, pero en alguna parte tiene que existir. Estoy segura, existe, y pagaría con mi libertad su destrucción si supiera dónde se encuentra. El lugar de las retrospecciones vivas. El lugar donde el pasado es presente. El lugar donde yacen las pistas de los aparentes crímenes perfectos. El lugar donde la ira, la cobardía y la mentira acampan a sus anchas, bailando alrededor de una cálida y acogedora hoguera con la tranquilidad que genera el fuego del saber que allí no podrán ser encontradas. Al menos, por el momento. Y es que ¿qué pasaría si alguien localizase ese lugar? ¿Podría recuperar todos sus loquepudoynofue o quedaría atrapado para siempre entre la desolación y la amargura que le provocaría todo aquello? Mirar atrás nunca fue un buen consejo, pero ¿y si nos ofrecieran la posibilidad de rectificar? La posibilidad de tener acceso a una caja con nuestro nombre y apellidos en la que encontrar todo lo que quisimos hacer, y no hicimos, y sujetarlo con pinzas a las cuerdas de un tendedero dentro de una de esas habitaciones con luz roja, como si fueran negativos de fotos tomadas con cámaras antiguas…¿qué pasaría? Elegir de nuevo, rectificar a tiempo...o simplemente asumir, y aceptar. Asumir y aceptar que lo que pudo ser nunca será, pero que lo que ha sido, es lo mejor que nos queda. Y eso es un tesoro que por mucho que se empeñen, nada ni nadie podrá arrebatarnos.


jueves, 10 de abril de 2014

Abrázame.



Tardes de sol y zapatilla en el palacio de paredes blancas. Hace mucho que el príncipe intenta hablar, pero se le tachan las palabras dentro de la boca. Y es que tiene las promesas desmontadas, y la mirada llena de esos fantasmas que te salen cuando llevas tiempo sin mirarte en los espejos. Ya no siente esos abrazos en los que sin querer se te cierran los ojos, pero qué queréis,  a estas alturas, no se aguanta ni a sí mismo como para aguantar el peso de los demás. Tampoco alcanza a entender del todo la vehemencia irracional del "te quiero tal y como hieres" que día a día intuye a su alrededor, ni soporta esa tristeza que fluye entre las nubes de agua salada de su cuerpo, desbordándole por dentro. Pero hacen falta días de lluvia para poder ver el sol en el resto. Ratos oscuros, que dejen ver la inspiración oculta tras los días claros. Como hoy. Y entre tantos pensamientos llegas a mí sin avisar, otra vez, de repente, sin quererlo. Me entran de pronto las ganas de vestirte de versos y desnudarte después letra por letra,de arrancarte los botones de papel que separan tus silencios de los míos, verlos saltar uno por uno y escuchar tu voz a gritos susurrándome al oído. No me dejes olvidarte, anda. No me dejes. Y si nos hemos perdido, volvamos a escucharnos. Que si no nos encontramos, ya sabremos al menos dónde no seguir buscando.