sábado, 28 de abril de 2012
Cuestión de Fe.
viernes, 27 de abril de 2012
Yonkies de Adrenalina.
jueves, 26 de abril de 2012
Carmen.
miércoles, 25 de abril de 2012
Irene.
martes, 24 de abril de 2012
Martita.
Paula Sobrón.
lunes, 23 de abril de 2012
Lucía Viniegra.
domingo, 22 de abril de 2012
Dislexia.
Paraguas en los pies.
sábado, 21 de abril de 2012
Desgana.
A veces río. A veces busco entre las sábanas y no te encuentro, y me giro sorprendida, como si hubieras estado ahí, en algún momento. A veces pienso. Pienso sin pensar en lo que pienso, lo que siento, lo que quiero. A veces siento. Queriendo o sin querer, no elijo, no controlo, no entiendo. Intento encajarlo, aceptarlo, aceptarme, y no puedo. A veces lloro. A veces me enfado y pataleo, y grito con la boca cerrada, y los pulmones encharcados de aire que pide a gritos salir y romper en pedazos los cristales de una manzana entera. A veces la fruta no me llena, sea cual sea. Ni la fruta, ni la comida, ni nada que no sea alcohol que adormezca mi cerebro y despiste mi pena...pero no lo tomo. A veces subo escaleras mecánicas que bajan, a veces camino cuesta arriba las cuestas a bajo. A veces olvido lavarme los dientes después de comer, y me tiro toda la tarde incómoda, sintiendo los restos y mascando un chicle de menta. A veces el maldito despertador que tiene esa estúpida manía de sonar en el mejor momento de mis sueños, se ahoga en su lamento y me deja seguir durmiendo. A veces sueño. Y a veces, solo a veces, pienso que este mundo no está hecha para nosotros dos. No siento, no respiro, no sueño...pienso.
martes, 17 de abril de 2012
Rutina, otra vez.
Esta división del verbo ser que no acaba de ser del todo.
Esta fobia a las palabras que no me dicen nada o me dicen demasiado.
Este abril con ojos de diciembre pero sin luces navideñas.
Este sol de plástico dorado, esta luna sin ojeras que la salven.
Esta primavera que no llega, porque tal vez ya pasó de largo.
lunes, 16 de abril de 2012
Debajo del agua.
-Cada mañana, a las 7 en punto, suena el despertador de mi mesilla de noche. Table de nuit, como dicen los franceses, no se por qué siempre me ha hecho gracia esa expresión. Ni un minuto antes, ni uno más tarde. Me despierto todos los días a las 7 en punto de ese viejo cacharro con pilas que parecen ser interminables, no recuerdo haberlas cambiado nunca. Es de agujas, no pienses que es de los digitales que tienen hasta radio y diferentes melodías. Este siempre suena igual, con el mismo tono desagradable y ensordecedor, que te hace pitar los tímpanos hasta que te pican, y te dan ganas de arrancártelos por dentro. Antes tenía la costumbre de golpearlo, me provocaba mal humor, pero mis oídos se han acostumbrado de tal manera a sus gemidos que ya ni si quiera me afecta. A veces siento hasta lástima por él, y dejo que se desahogue, que siga sonando mientras me lavo los dientes y descuelgo el bañador del tendedero. A las 7 y cuarto salgo de casa, y a las 7 y media estoy en la piscina. Nado una hora, 58 minutos, para ser más exactos, entre que me coloco las gafas y el asqueroso gorro de silicona que obligan a utilizar en esos sitios. Tuve una temporada en la que me afeitaba la cabeza al 0, solo por no tener que usar ese lamentable gorro, pero en invierno se pasa mal, sobre todo aquí, que hace más frío que en tu estupendo país. Suelo hacer siempre las mismas series, salvo cuando me aburro o tengo molestias de algún tipo, y me da por cambiar. Y para las 9 estoy aquí, en la tienda. Desayuno algo dulce, o caliente, si estoy destemplado. Y es en ese momento, cuando comienza mi día.
(...)
Ambos caminaron durante un largo rato hasta la parada de metro más cercana. Acababan de despedirse cuando Samuel se detuvo, y volvió a girarse hacia el doctor Copper, que se encontraba a escasos metros de él.
-¡William!- Le gritó de forma impulsiva, sin reconocer del todo su propia voz.
-Dime, Samuel.-Respondió él, desde la puerta del metro.
-Porque no se puede llorar, debajo del agua.