sábado, 28 de abril de 2012

Cuestión de Fe.

Para un entrenador, el resultado final no se lee en puntos a favor o puntos en contra, ni en partidos ganados, o partidos perdidos. Se lee en la evolución, en el progreso continuo, en los objetivos marcados, y en los conseguidos. Se lee en cuántos hombres y mujeres han salido de esos niños, en cuántos han aprendido a valorar el deporte en equipo, la ilusión, el sacrificio, las ganas, el talento. Se lee en cuántos jugadores se han formado como tal sobre los valores de la humildad, el respeto y el esfuerzo. Y éste es un resultado que ningún periódico, estadística o libro de récords publicará jamás. Y éste es el resultado que uno se lee a sí mismo tras cada partido, y sobre todo al final de cada temporada. Resultado difícil de asimilar, a veces, pero que hay que aceptar con optimismo, y seguir trabajando, porque todavía queda mucho por delante hasta la lectura final, cuando el último partido, acabe.

Porque llega un momento en el que, la persona que gana, es aquella que realmente cree poder hacerlo.

viernes, 27 de abril de 2012

Yonkies de Adrenalina.

Siempre es así. El corazón comienza a palpitar a un ritmo cardíaco más acelerado de lo habitual desde el mismo instante en el que abres la puerta. Miras al interior maravillándote, como si fuera la primera vez que lo ves. Te sientas, la cierras, y entonces, se hace el silencio. Sólo quedas tú ahí dentro. Respiras, y el aire que penetra en tus pulmones los colma como si fuera la última vez que les permitiesen respirar con normalidad. Acaricias el volante con ambas manos, suave, delicado, como el contorno del cuerpo desnudo y curvado de una atractiva mujer. Y arrancas. Una sonrisa se te escapa en el mismo momento en el que aceleras. La misma jodida sonrisa que jamás consigues evitar, ni lo intentas, tampoco. Sientes el sonido del viento taponando tus tímpanos, despeinando tu pelo y obligando a trabajar a tus pestañas. Intentas mantener la calma en las rectas, no dejarte llevar por su simpleza, para no perder el control ante las hermosas e imponentes curvas. Pero a veces resulta imposible. La imprudencia, el ansia de adrenalina que aumenta cada vez más recorriendo todos y cada uno de los rincones de tu cuerpo, hace que cometas un error. Quizás en frío hubieras sido capaz de reaccionar a tiempo, pero cuando estás en plena carrera es complicado...demasiado. Y entre el sonido de gritos y sirenas, la sensación de elevarte sólo sobre una camilla de sábanas blancas que se tiñen de rojo, y el dolor indefinido, en ninguna parte y en todas en general, dan paso a la inconsciencia. La gente piensa que los que la superamos para contarlo perdemos las ganas por competir...pero como cualquier adicción, es tan peligrosa que aun conociendo el riesgo, aún habiendo tomado café con la muerte, aún sintiendo en nuestra propia piel las consecuencias de un mal golpe, somos incapaces de dejar de conducir un coche de carreras.  Tengo treinta y dos años. Llevo tres casado con una preciosa mujer, tengo un hijo de año y medio, y soy licenciado en derecho. Dos costillas fracturadas, un brazo roto, y diecisiete puntos en la zona posterior de la cabeza. Y en lo único que pienso es en el día en el que me levante por la mañana, y esté recuperado para volver a arrancar, volver a acelerar, volver a competir...y volver a ganar.

jueves, 26 de abril de 2012

Carmen.

La niña de los mil peinados. Ricitos de oro, al principio, que ha cambiado sus caracoles por un largo y liso pelo castaño. Es elocuente, y graciosa, tiene comentarios que otras no tienen, que a otras no se les ocurren, y eso me gusta, me gusta mucho. También me gusta como tira, lo bien que lo hace, sin saberlo, y como se mueve, cuando quiere, cuando le apetece...es difícil conseguir que Carmen entrene en serio, pero cuando lo hace, da gusto verle. A veces no está, otras se distrae y se entretiene, pero lo que sí que es cierto es que cuando hace falta de verdad, se pone seria, juega, lucha, defiende...y deja ver la jugadora que lleva dentro, y que en el fondo, siempre está presente.

miércoles, 25 de abril de 2012

Irene.

La alegría de la huerta en el infantil femenino de Loyola. Esa es Irene. Siempre está feliz, siempre está alegre, y tiene una voz tan dulce que es imposible no escucharle. Cuando corre sus mejillas se sonrojan, enseguida se le nota, pero nunca quiere parar, nunca quiere dejar de jugar, le gusta estar en el campo, tiene ilusión, y ganas, muchas ganas. Despistada, bastante, distraída muchas veces, pero pone interés, se esfuerza, grita, corre, salta...y va mejorando, que es lo importante.

martes, 24 de abril de 2012

Martita.

Es una niña guapa. Fue lo primero que pensé al verla, con su pelo largo y moreno contrastando con su piel de muñeca de porcelana, cuando no tenía ni 10 años y todavía arrastraba los bajos del pantalón del chándal del colegio que ahora le queda corto. Acostumbra a sonreír con esa simpatía que la caracteriza, y sus ojos brillan, incluso cuando le regañas, y se queda callada, sus ojos continúan mirándote, brillando más que nunca. Siempre ha tenido algo especial, no me preguntes qué, porque tres años después todavía no soy capaz de definirlo. Pero lo tiene. Y no me refiero a su gran puntería, ni a su estupendo manejo de balón, ni a su visión de juego, ni a su velocidad, ni a su templanza, ni a sus ganas, ni a su incansable ilusión. Es algo diferente, algo más, a parte de todo eso, que cada vez que la miro hace que vea más allá de una niña de 13 años jugando a baloncesto en un equipo Infantil en el año 2012. En Marta veo más, a largo plazo, en canchas más grandes, con más edad, más cuerpo, sin camiseta azul, aunque le pese. Quizás se canse del baloncesto antes de tiempo y no lo quiera aprovechar, pero estoy segura de que lo tiene...lo tiene.

Paula Sobrón.

La nueva. Recuerdo perfectamente el día que apareció por primera vez en un entrenamiento. Tan tímida, tan callada, tan delgadita, era imposible que destacara...en aquel momento. Comenzó jugando poquito, sin protestar, en posiciones para gente de poco cuerpo, y sin demasiada responsabilidad. Pero a las pocas semanas marcó terreno. Subía el balón, y lo subía bien. Tiraba a canasta, y tiraba bien. Cogía rebotes, y hacía pases de esos que yo llamo innatos, de los que cualquiera no es capaz de ver. Y cada vez que sale al campo, deja la timidez en el banco y los nervios en el vestuario, y siempre hace exactamente lo que tiene que hacer. Da igual cómo sea su día, bueno, malo o regular, siempre hace lo mismo. Sale a jugar a baloncesto, y le pongas donde le pongas, lo hace como ella sabe...lo hace bien.

lunes, 23 de abril de 2012

Lucía Viniegra.

Técnicamente puede que no sea la mejor, y de hecho, no lo es. En nada. Corre, pero hay otras que corren más. Es grande, pero alguna, lo es más. Coge rebotes, pero hay quien coge más que ella, es intensa en defensa pero las hay que la superan, y aunque mete canastas, en cuestión de puntos tampoco destaca especialmente. Su técnica de tiro no es nada mala para su edad, pero las hay que ya tiran mejor, y con más puntería, y aunque ha mejorado su bote, también las hay con más habilidad. No es la mejor en nada, cierto, pero lo hace todo. En cuestión de progresión y de continuidad, Lucía Viniegra es la más completa. Y lo es porque se lo ha ganado, porque día tras día se ha esforzado en preguntar, en atender, en repetir si sale mal...en escuchar. Ahora, cada vez que llega a entrenar, y le digo "Lucía, has vuelto a crecer", no solo pienso en su físico, si no también en su personalidad. Discreta, educada,  madura, luchadora, quizás sus valores deportivos no sean los mejores, todavía, pero sus valores humanos están muy por encima de los del resto, y eso hace que día tras día mejore, que sea la más completa como persona, y por ello estoy segura de que si sigue así, llegará a ser una buena jugadora.

domingo, 22 de abril de 2012

Dislexia.

Siempre llevaba los mismos anillos. Dos, para ser exactos. El más pequeño, de gravados simples y geométricos, en el dedo índice de su mano derecha. El más grande, liso, adornado por una fina línea negra en su contorno, en el dedo corazón de su mano izquierda. Se los quitaba para dormir, para nadar, incluso para comer o escribir en el viejo teclado del ordenador de su casa, si los sentía demasiado. Pero siempre, siempre después de hacerlo, recordaba volver a colocárselos de nuevo. Parecía un poco contradictorio, pero aunque llevarlos puestos en algunas ocasiones le resultaba algo incómodo, no llevarlos le hacía sentirse incompleta, con la sensación de que algo le faltaba. El rutinario y mecánico gesto de introducir ambas circunferencias en sus finos y alargados dedos y que encajasen ahí, exactamente ahí, sin estar demasiado prietos como para quedarse atrancados en su zona de reverencia, ni dejar que se deslizaran hasta caer al suelo, emitiendo ese agudo sonido al chocar, intermitente primero, prolongado después al tiempo que rueda trazando una espiral hasta acabar haciéndola morir en un punto que ahoga su grito...ese simple movimiento, le transmitía tranquilidad. Hasta que llegó el día. Se miraba ambas manos sorprendida, sin conseguir lograr entenderse. Miraba esas manos llenas de dedos diferentes y repetidos, como si jamás las hubiera visto antes al final de sus delgados y bronceados brazos, intentando encontrar alguna diferencia que le hiciera reconocer a los dos elegidos. Aquel día, dudó. Aquel día tardó varios segundos en colocárselos otra vez...aquel día, algo no iba bien.

Paraguas en los pies.

Resulta muy complicado colocarse en la boca uno cualquiera de esos "no te preocupes", " podía haber sido peor", "paciencia", "ánimo", "todo va a salir bien", y escupirlos en momentos en los que las palabras suenan absurdas, inútiles, y carecen de significado práctico. Podría escribir muchas cosas, muchísimas, que se que ahora no sirven de nada aunque suenen bien. Pero la más importante de todas es, que siempre que me necesites, estaré. De la mejor forma que pueda, unas veces mejor, otras peor, pero estaré. Porque se que no es sólo un dedo. Porque te quiero sin tener palabras suficientemente perfectas que lo describan, hasta el último gramo, hasta ese que me hace sentir tus alegrías como mías y sufrir tus penas como mi propio dolor, que me emociona, me llena, me completa, y al final siempre consigue sacarme una sonrisa. Porque para la mayoría de las cosas importantes en la vida, hace falta Fe. Y que venga lo que tenga que venir, que aquí estaremos, aquí estaré. Y si son cremalleras, y llueve hacia arriba, que llueva, que ya nos pondremos paraguas en los pies.

sábado, 21 de abril de 2012

Desgana.

A veces río. A veces busco entre las sábanas y no te encuentro, y me giro sorprendida, como si hubieras estado ahí, en algún momento. A veces pienso. Pienso sin pensar en lo que pienso, lo que siento, lo que quiero. A veces siento. Queriendo o sin querer, no elijo, no controlo, no entiendo. Intento encajarlo, aceptarlo, aceptarme, y no puedo. A veces lloro. A veces me enfado y pataleo, y grito con la boca cerrada, y los pulmones encharcados de aire que pide a gritos salir y romper en pedazos los cristales de una manzana entera. A veces la fruta no me llena, sea cual sea. Ni la fruta, ni la comida, ni nada que no sea alcohol que adormezca mi cerebro y despiste mi pena...pero no lo tomo. A veces subo escaleras mecánicas que bajan, a veces camino cuesta arriba las cuestas a bajo. A veces olvido lavarme los dientes después de comer, y me tiro toda la tarde incómoda, sintiendo los restos y mascando un chicle de menta. A veces el maldito despertador que tiene esa estúpida manía de sonar en el mejor momento de mis sueños, se ahoga en su lamento y me deja seguir durmiendo. A veces sueño. Y a veces, solo a veces, pienso que este mundo no está hecha para nosotros dos. No siento, no respiro, no sueño...pienso.

martes, 17 de abril de 2012

Rutina, otra vez.

Este desconcierto de vivir que se parece a la resaca, pero no se pasa bebiendo otra cerveza.
Esta gripe de verano cuando muere el invierno y no me da ninguna pena.
Esta división del verbo ser que no acaba de ser del todo.
Esta fobia a las palabras que no me dicen nada o me dicen demasiado.
Este abril con ojos de diciembre pero sin luces navideñas.
Este sol de plástico dorado,
esta luna sin ojeras que la salven.
Esta primavera que no llega, porque tal vez ya
pasó de largo.

Y aquí estás, otra vez, con tu luz gris, con tu traje claro,
envenenando la ilusión, las ganas, la esperanza, el encanto,
te quiero lejos, no vuelvas, que por aquí, las lágrimas, hace tiempo que secaron.

lunes, 16 de abril de 2012

Debajo del agua.

-Cada mañana, a las 7 en punto, suena el despertador de mi mesilla de noche. Table de nuit, como dicen los franceses, no se por qué siempre me ha hecho gracia esa expresión. Ni un minuto antes, ni uno más tarde. Me despierto todos los días a las 7 en punto de ese viejo cacharro con pilas que parecen ser interminables, no recuerdo haberlas cambiado nunca. Es de agujas, no pienses que es de los digitales que tienen hasta radio y diferentes melodías. Este siempre suena igual, con el mismo tono desagradable y ensordecedor, que te hace pitar los tímpanos hasta que te pican, y te dan ganas de arrancártelos por dentro. Antes tenía la costumbre de golpearlo, me provocaba mal humor, pero mis oídos se han acostumbrado de tal manera a sus gemidos que ya ni si quiera me afecta. A veces siento hasta lástima por él, y dejo que se desahogue, que siga sonando mientras me lavo los dientes y descuelgo el bañador del tendedero. A las 7 y cuarto salgo de casa, y a las 7 y media estoy en la piscina. Nado una hora, 58 minutos, para ser más exactos, entre que me coloco las gafas y el asqueroso gorro de silicona que obligan a utilizar en esos sitios. Tuve una temporada en la que me afeitaba la cabeza al 0, solo por no tener que usar ese lamentable gorro, pero en invierno se pasa mal, sobre todo aquí, que hace más frío que en tu estupendo país. Suelo hacer siempre las mismas series, salvo cuando me aburro o tengo molestias de algún tipo, y me da por cambiar. Y para las 9 estoy aquí, en la tienda. Desayuno algo dulce, o caliente, si estoy destemplado. Y es en ese momento, cuando comienza mi día.


(...)

Ambos caminaron durante un largo rato hasta la parada de metro más cercana. Acababan de despedirse cuando Samuel se detuvo, y volvió a girarse hacia el doctor Copper, que se encontraba a escasos metros de él.

-¡William!- Le gritó de forma impulsiva, sin reconocer del todo su propia voz.

-Dime, Samuel.-Respondió él, desde la puerta del metro.

-¿Por qué nadar?- El anciano, no tan anciano, tal vez, pero más anciano que nunca en aquel momento, mantuvo su mirada durante unos cuantos segundos antes de decidirse a responder.

-Porque no se puede llorar, debajo del agua.

lunes, 9 de abril de 2012

Días largos lo suficientemente buenos...

Porque aunque a veces cueste reconocerlo, hay momentos en los que hacen falta unos cuantos días de esos.
Porque por mucho que te empeñes, sola, con todo, no puedes siempre.
Porque hay cosas que aunque no se dicen, se sienten.
Porque no sólo es Baloncesto, que ya es mucho...y porque no poder correr, ni botar, ni saltar, ni tirar, se hace más llevadero cuando estás con Ellas, cuando ríes con Ellas, cuando lloras con Ellas...y sobre todo, cuando las ves jugar a Ellas.
Una vez más, sobresaliente para Lugo...una vez más, gracias, Equipo. :)