sábado, 30 de abril de 2011

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Hay momentos en los que no puedes evitar que se te dibuje una jodida sonrisa en la cara, y que se quede pintada ahí, durante horas, incluso cuando tienes la boca cerrada, sonríes por dentro, te sonríe el alma. Felicidad, lo llaman. No creo que se trate de un estado permanente, y aunque pienso que es posible que uno sea capaz de sentirse feliz por sí mismo y por sus propios méritos, no se alcanza la felicidad plena hasta que no es otra persona la que consigue dibujarte esa sonrisa y generar en tí ese sentimiento. Y justamente este, ha sido uno de esos momentos.

Me alegra la idea de que existas.

viernes, 29 de abril de 2011

J. Sabina.

Lo peor del amor cuando termina
son las habitaciones ventiladas,
el puré de reproches con sardinas,
las golondrinas muertas en la almohada.

Lo malo del después son los despojos
que embalsaman al humo de los sueños,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole sin dueño.

Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar las virtudes veniales,
condenar a la hoguera los archivos.

Lo peor del amor es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales
no le quedan dos puntos suspensivos…

miércoles, 27 de abril de 2011

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Plantaré un jardín entero lleno de tréboles de 7 hojas para mí. Esta vez, sólo para mí.

lunes, 25 de abril de 2011

Lourenzá.

Cuento con los dedos de las manos las ocasiones en las que he tenido tantas ganas de escribir y tantas cosas que decir que he sido incapaz de ordenar ideas y dejarlas salir...hay momentos, o colecciones de ellos, que al terminar te dejan sin aliento, sin palabras, y necesitas cerrar los ojos, revivirlos, y quedártelos para tí, hasta que, tal vez, algún día, tengan ganas de salir...y esta ocasión, es una de esas.

Y es que como una de ellas dice...es cuestión de días fucsias.

lunes, 18 de abril de 2011

Aula 101. Claudia.

Tal vez no sea la más lista, ni la más despierta, ni la más ordenada. Puede que nunca saque un 10 en matemáticas, incluso puede que le cueste llegar a sacar ese 5 que tanto merece. Pero ella está ahí, esforzándose día tras día, no tira la toalla, porque sabe que tarde o temprano, con constancia y entusiasmo lo conseguirá. No quiere que me marche, porque le alegra que esté. Le vale con éso, no pide más, simplemente que esté. Le alegra la idea de que exista entre esas cuatro paredes cuando le toca sacar sobre la mesa el libro de matemáticas. Y su constancia y entusiasmo, su continua reflexión sobre todo cuanto explicas despierta en ella ideas brillantes, ideas que te sorprenden, y que aunque suene mal decirlo hubieras esperado de otro niño, no de ella. Hoy me ha hecho darme cuenta de lo difícil que resulta no colocar etiquetas y saber con certeza dónde están los límites de cada uno. Ella ha mejorado mucho, pero también me ha hecho mejorar a mí.

domingo, 17 de abril de 2011

Que sí, que bien, que también. Que vale.

Y es que como dijo Moccia, ¿Cómo puede ser que nos guste tanto chapotear en los asuntos de los demás? Temas picantes, detalles prohibidos, actos casi oscuros o pecados veniales. Quizás porque así, sólo escuchándolos, uno no se ensucia. Le he visto mil veces, en mil sitios, de mil formas. Su primera cara de la mañana, con restos de leche y legañas en los ojos, y su última cara de la noche, de mirada enrojecida y sabor a cerveza. Con mucha ropa, grande, fría, y con poca, muy poca, casi nada. Prácticamente rapado, y con el pelo largo y desgreñado, y creo que en mi subconsciente habrá alguna imagen en la que aparezca bien peinado. Con barba, bastante barba, y también, aunque rara vez, recién afeitado. Le he visto feo, muy feo, y guapo, el más guapo. Idiota, insoportable, e increíblemente agradable. Sonreír por tonterías y reír a carcajadas, gritar de rabia y hasta llorar, si hago memoria. Le he visto queriendo verle, y le veo casi sin ganas. Le he oído cosas bonitas, y feas, y sí, también de esas que se escuchan sin estar presente, y han hecho que me piten los oídos...pero unos más, otros menos, lo hacemos todos. Así que qué me vais a decir de él que no sepa. Qué mierda me vais a volver a venir a contar, si soy yo la que estaba ahí, la que está, y la que decide o no si estará. No lo entendéis, ni lo vais a entender. No tenéis ni idea. No sabéis nada.

viernes, 15 de abril de 2011

Aula 101. Víctor.

Para mí, es un chico 10. Y digo para mí porque soy consciente de mi carencia de objetividad, de muchos de sus defectos y de que tiene por delante un largo camino que recorrer y en el que aprender de la vida, como todos los demás. No es el más guapo, ni el más simpático, ni el más atento. Educado, sí, y tremendamente maduro, está tan por encima del resto de la clase que en ocasiones puede parecer que hasta se ríe de ellos, muchas veces inconscientemente, otras, no tanto. Es bueno en matemáticas, en realidad es bueno en muchas cosas, tiene una mente privilegiada, pero en matemáticas es especialmente hábil, tiene astucia, eso que llaman chispa, esas gafas invisibles con las que algunos ven lo que muchos no entenderían ni aunque te tomases la molestia de explicárselo con detenimiento una y otra vez. Pero se aburre. Se aburre en cada clase, se aburre con cada ejercicio, se aburre incluso mientras hace exámenes...se aburre exactamente igual que me aburría yo. Yo, que estoy colocada en frente suyo, que mi labor debería de ser evitar que ésto pasara, que tuve la suerte de encontrarme a un profesor que me plantó delante lo que para mí podía considerarse en aquel momento una mala nota, no soy capaz de hacer lo mismo con él. Por éso a él le pongo un 10, porque en esta ocasión, creo que no es su culpa, si no mía. El suspenso, lo tengo yo.

martes, 12 de abril de 2011

Detrás de un mal día, siempre viene uno mejor.

¡Mañana sale el sol por el Este, como todos los días, con la misma fuerza y las mismas ganas!

lunes, 11 de abril de 2011

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Tiene tantas novias que trabaja horas extra para poder mantenerlas, y a veces le quita el sueño pensar cómo hacer para que no se den cuenta...lo que no sabe es que exactamente eso mismo, es lo que hacen ellas.

domingo, 10 de abril de 2011

Disfruten del espectáculo.

Son sólo momentos puntuales de abstracción involuntaria e inspiración pasajera, por eso no sé si prefiero quedarme con las ganas de explicar cómo me encuentro o si soltarlo todo de golpe, aún sabiendo que entonces el golpe sí que será tremendo. No lo sé. Como siempre me pasa...todo el día cavilando planes con los que estar entretenida y no dejar pensar a mi cabeza, y ataviándome de persona risueña y con carácter, para luego llegar a casa, despojarme de todas mis vestimentas, a la vez que me deshago de mis buenos propósitos, me visto de persona sensible y bucólica...y desahogarme escuchando una canción que me conmueva de tal forma, que haga que mis ojos se nublen...y nunca es lunes, ni martes, ni jueves...siempre es miércoles, viernes, o sábado.

El gran teatro de la vida, señoras y señores, disfruten del espectáculo.

sábado, 9 de abril de 2011

Juguemos.

Falta poco tiempo para que termine el partido, pero tú ganas. Hagamos un trato. Fijemos las reglas, y juguemos. Yo juego a hacer que ya no siento, y tu juegas a hacer que nada pasa. Eludamos los problemas en lugar de enfrentarlos, veámonos, hablemos de tonterías, sonriamos falsamente, aguantémonos día tras día y que nadie nos moleste. Queda prohibido preguntar, cruzar la línea, ir más allá. Olvidemos los destellos de sinceridad, y continuemos la historia a tu manera, que no la mía, aunque no me quede opción, ni ganas. Y después vete lejos, deja que te olvide, y cuando vuelvas, déjame marchar a mí. Y si tengo que mentirte una vez más, te diré que no te quiero. Pero no te haces una idea de lo jodidamente difícil que es intentar dejar de quererte.

viernes, 8 de abril de 2011

Escribir o Escritor.

No pudo estar más acertado Reverte cuando dijo que un escritor requiere talento y oficio. La diferencia entre alguien que escribe y un escritor se reduce esencialmente al público al cual se dirige. Al lector hay que atraparlo de manera involuntaria, es tarea del subconsciente, de que resida en él un don especial para atraer con tus palabras al resto por el simple hecho de ser tuyas. Aquel que escriba para los demás, que se preocupe por cuánta gente pueda leerle y por cómo lo interpretarán, cuántos no le tomarán por raro o loco, y a cuántos de esos les gustará como suena, en lugar de limitarse a sacar papel y boli o encender el portátil y ponerse a escribir lo primero que le salga en un momento de inspiración, aquel que escriba con la cabeza más que con eso que llaman alma, que piense lo que escribe en lugar de escribir lo que piensa, podrá escribir, incluso podrá escribir bien, pero jamás tendrá talento, jamás marcará la diferencia, y jamás será escritor.

jueves, 7 de abril de 2011

Si no entiendes lo que dice, intenta entender lo que calla.

Al margen de nimiedades como la existencia de las tiendas de ropa o de la espuma de afeitar, hay más cosas sobre las que no entiendes. No es sólo cuestión de compartir sangre, es mera empatía, simple intuición, identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro. No espero palabras bonitas, ni si quiera palabras especiales, pero palabras, sí. Si a tí no te salen, lo siento, pero no soy mentalista.

miércoles, 6 de abril de 2011

Bendita locura.

Antes de que a las calles les haya dado tiempo a bostezar, los primeros rallos de sol se cuelan por las rendijas de la pequeña y agrietada ventana de madera, iluminando su rostro y forzando a sus brillantes ojos verdes a despertar. Él todavía duerme, llegó tarde de trabajar, por eso ella abandona la cama con sigilo para permitirle robarle al sueño unos cuantos minutos más. Aprovecha para tomar una solitaria taza de café bajo la tranquilidad del hogar mudo, observando desde la ventana de la cocina las azucaradas montañas que se distinguen a lo lejos, como en el fondo de una obra de Monet. No sabe cuántos kilómetros les separan, seguramente muchos, pero a esas horas se ven tan nítidas y firmes que tiene la sensación de que si alargase el brazo en dirección a ellas se quedaría a pocos palmos de rozarlas con la punta de los dedos. Observa el cielo, tan inmenso, tan azul, y aunque carece de fe cristiana tiene la sensación de que hay algo más ahí arriba, algo que les vigila, que les protege. Cuando sólo quedan dentro de la taza los posos desprendidos de las galletas María, él interrumpe sus pensamientos, con aspecto cansado, pero risueño. Le da un beso en la mejilla, casi rozando sus labios, y le acaricia el pelo con ternura. Es lo que siempre hace, pero no le resulta monótono, lo echaría en falta si alguna vez le faltara. Cantan. Se ganan la vida cantando, en cualquier lugar de la ciudad, a veces en el teatro, a veces en viejas tabernas, a veces en el cine Avenida. Su talento vale más de lo que cobran, pero en estos tiempos de guerra hay que conformarse con cualquier cosa que sirva para alimentar las bocas de los tuyos. Cantan realmente bien, sobre todo ella. El se dedica a otras cosas, a veces, cosas de hombres, que se suele decir, normalmente en Zaragoza, lo que les obliga a estar separados durante semanas...pero ella sólo canta. Canta por las mañanas, canta al atardecer, canta por las noches e incluso canta mientras duerme. Y aunque él no la acompañe, aunque no esté entre su público y aunque no conozca a nadie, ella siempre canta para él, porque sabe que esté donde esté, aunque sus oídos no puedan escucharla, su corazón siempre lo hace, y de esa manera le siente cerca.

No me gusta llamarla loca, porque cada vez que habla de ellos lo hace como si lo que tiene ante sus ojos no fuera la mesa redonda rodeada de sillas. Cuando esa chispa de locura ilumina su mirada, perdida, ausente, y hace que ella cante también, que escuche la música, las voces, dentro del mismo salón, la veo tan feliz que me contagia su locura. Parece tan real que cuesta creer que esté vieja, cuesta creer que esté enferma...cuesta creer que todo ese mundo no exista fuera de su cabeza.

martes, 5 de abril de 2011

Y todo lo demás, sobra.

No digas “ todo saldrá bien”. Tampoco digas “seguro que al final no es grave” y ahórrate los múltiples ejemplos que se te puedan ocurrir del estilo de “conozco a alguien que pasó por algo así”. No preguntes “¿qué tal?”, ni tampoco “¿cómo estás?”. No digas nunca nada de eso, porque no sólo da exactamente igual, si no que además suena ridículo. No es necesario que le des más importancia de la que tiene, ni tampoco menos. En realidad no es cuestión de la importancia que le puedas dar, porque cuando ves la cornada desde la barrera y no en tu propia carne no tienes ni la menor idea de qué es lo que se siente cada mañana al despertar, cada noche al acostarte, cada segundo al hablar o cada instante al respirar. Basta con un “ánimo”, un “¿sacamos la bici? ¿una caña? ¿unas canastas?”, o cualquier frase que se te ocurra de significado con esencia similar...y si realmente te crees tus palabras y estás dispuesto a aceptar el firme compromiso de cumplirlas, entonces, y sólo entonces, puedes permitirte un sincero “si me necesitas, estoy aquí”. Y todo lo demás, sobra.

domingo, 3 de abril de 2011

Aula 104

Llegara a la hora que llegara, él siempre estaba ahí, sentado junto al pupitre vacío, señalando su muñeca simulando el reloj que nunca usaba y mirándole con esa cara de “siempre tarde”. Compartían folios, bien porque él no tenía, bien porque no tenía ella, o bien porque no tenían ninguno de los dos, discutiendo entonces sobre quién pediría a los demás. Y acababan por escribir con letra más pequeña de lo normal para que cupiese todo en la misma hoja, incluso aprovechando los márgenes, muchas veces no teniendo más remedio que pedir un folio más. A menudo se quedaba sin bolígrafos, porque al menos una vez al mes él olvidaba o perdía el que ella le había prestado el día anterior, que tiempo después encontraba tirado por el asiento de su coche. Siempre se reían, más que con los demás, de los demás, aunque suene cruel, pero lo hacían sin malicia, por pasar el rato, incluso le hacía sonrojarse, a veces. Y cuando ella se aburría, intentaba distraerle aunque él tratara de atender, le hablaba, pintaba su mesa, o sus brazos, y le sacaba de quicio hasta que acababa echándose las manos a la cabeza, consiguiendo despeinarse aún sin haber ido peinado en ningún momento...pero al final, siempre sonreía. Se aprovechaba de su paciencia cuando con la de ella no era suficiente para detenerse a pensar un poco más, y entender algo que requería más tiempo del que le apetecía dedicarle, porque él siempre le ayudaba. Y los mensajes absurdos, las llamadas desinteresadas, las conversaciones sobre nada en concreto y todo en general, los suerte, ánimo, ¿cómo lo llevas?, ¿qué tal ha ido?, ¿te has mirado ésto?...todo lo que de vez en cuando, en tardes grises y mojadas como la de hoy, viene a su memoria de manera involuntaria...y se pregunta cómo es posible que algo que ha pasado tan desapercibido en su pasado puede permanecer todavía en su presente, y aunque no tiene ni la más mínima idea, sabe que es así. Y con eso, es suficiente.

viernes, 1 de abril de 2011

Aula 103. Ernesto.

Posiblemente sea uno de los nombres más pronunciado por mí en esa clase, y sin embargo será de los que más días tardé en aprender, a pesar del curioso e insignificante detalle de que fue su padre quien me aprobó la última asignatura de la carrera. La primera semana, cuando la mayor parte de sus compañeros me bombardeaban inquietos con manos alzadas ansiosas por conceder a sus dueños la posibilidad de intervenir, él se limitaba a mirarme desde su discreto asiento de segunda fila, pasando desapercibido. Tal vez viera en él un reflejo de lo que años atrás yo fui, y por eso acabó llamando mi atención. No era timidez lo que intuía en su mirada, ni tampoco falta de entendimiento, transmitía mucho más, como si se tratara de un diamante enterrado que en cualquier momento acabaría saliendo a la luz.Y así fue. Su primera intervención fue simple y aparentemente irrelevante, durante un problema de análisis funcional: "!qué más da que sean bolas o canicas!". Sonreí, él me devolvió la sonrisa, y no hizo falta más. Como dice un antiguo proverbio indio, "Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio". Desde entonces es un punto de referencia para mí, un bastón en el que apoyarme cada vez que noto que puedo cojear. Me transmite confianza, seguridad, y enriquece mis clases con cada una de sus intervenciones. Refinado en sus razonamientos, maduro en sus observaciones, acertado en sus conclusiones. Educado, humilde, tranquilo...y lo más asombroso de todo, es que todavía, sigue siendo un niño.