Es una forma diferente de jugar, más fría, más cerebral que nunca. Controlas cada giro, cada salto, cada movimiento, lo que para el marcador transcurre fugazmente como un simple segundo perteneciente a esa variable indeterminada que llaman tiempo, para tí significa mucho más. Por tu cabeza pasan tantas cosas que casi resulta imposible de creer que quepan todas en ese único segundo. Recibes, miras, botas, y corres...te detienes, observas, piensas...buscas, no ves nada, pides algo, decides...todo eso funciona como siempre. Pero ahora hay más. Cada gesto va acompañado de comprobar si duele o no, de desear que no se salgan al caer del salto, al terminar el giro, al flexionarte en defensa, incluso mientras corres al tiempo que botas. No puedes estar al cien por cien, es completamente imposible, porque sabes perfectamente que si lo estuvieras no durarías ni un partido completo...pero tampoco puedes dejar de jugar, aunque pierdas, aunque ahora te mueras de la rabia por la impotencia de haber entrado en esa dinámica tan absurda y aburrida a la que sabes que en el fondo no te acostumbrarás nunca...porque si lo haces sentirías que una parte de tí muere contigo, que una parte de tí queda vacía...y por incomprensible que pueda resultar para muchos, te dolería mucho más que el hecho de que puedas perder las rodillas.
sábado, 30 de octubre de 2010
miércoles, 20 de octubre de 2010
Todo el mundo sueña.
lunes, 4 de octubre de 2010
Genève.
Da igual cual sea el momento, la época del año o el lugar. Siempre se respira estabilidad, tranquilidad, calma. Desde que te levantas por la mañana con la suave brisa del viento húmedo del lago hasta que te acuestas cada noche bajo el cielo oscuro y lleno de estrellas. Caminas por la calle y nadie te mira, nadie te juzga, nadie te conoce, salvo la dueña del pequeño supermercado de la plaza de en frente, que tiene controlados a todos los vecinos de la manzana, o el hombre que cada día retira las hojas secas que caen sobre la cancha de baloncesto del patio trasero, que siempre pregunta por cuanto tiempo te quedarás esta vez. Todos son amables contigo, te transmiten tranquilidad, buen humor, y los primeros días, cuando tu tímido francés suena oxidado y lento, se esfuerzan por entenderte y por hacer que les entiendas. Apenas tráfico, apenas ruido, apenas humo, muchas bicicletas, y algún que otro autobús. Las calles increíblemente limpias, los parques llenos de vida, niños y animales correteando de un lado a otro, jardines coloridos hasta en época de invierno...y nieve, mucha nieve, pero de la bonita, de la que no da frío, de la que da paz. El chocolate, tan bueno que nunca te cansa, incluso su olor genera la sensación de que podrías alimentarte sólo de él. Y las largas noches en diferentes lugares, diferente ambiente, diferente gente...incluso en el sofá de casa, con las mantas de colores, las películas en versión original y las series subtituladas o las novelas de Reverte, pero que no dejan de ser noches. Y lo único incoherente es, que aún siendo todo tan perfecto cuando estás allí, hasta ahora, siempre ha habido algo que te ha terminado haciendo querer volver aquí.
Siempre hay algo que te hace volver, algo que se queda aquí, y tarde o temprano te hace querer recuperar tu vida de siempre, en el sitio de siempre, con la gente de siempre. Bajar de la nube, poner los pies en el suelo de nuevo, y seguir adelante, con las pilas recargadas, pero desde el punto del que partiste. En cambio esta vez es diferente, esta vez vuelo con alas...esta vez miro alrededor...y no veo nada.