sábado, 30 de octubre de 2010

Un sábado más de pre-partido.

Es una forma diferente de jugar, más fría, más cerebral que nunca. Controlas cada giro, cada salto, cada movimiento, lo que para el marcador transcurre fugazmente como un simple segundo perteneciente a esa variable indeterminada que llaman tiempo, para tí significa mucho más. Por tu cabeza pasan tantas cosas que casi resulta imposible de creer que quepan todas en ese único segundo. Recibes, miras, botas, y corres...te detienes, observas, piensas...buscas, no ves nada, pides algo, decides...todo eso funciona como siempre. Pero ahora hay más. Cada gesto va acompañado de comprobar si duele o no, de desear que no se salgan al caer del salto, al terminar el giro, al flexionarte en defensa, incluso mientras corres al tiempo que botas. No puedes estar al cien por cien, es completamente imposible, porque sabes perfectamente que si lo estuvieras no durarías ni un partido completo...pero tampoco puedes dejar de jugar, aunque pierdas, aunque ahora te mueras de la rabia por la impotencia de haber entrado en esa dinámica tan absurda y aburrida a la que sabes que en el fondo no te acostumbrarás nunca...porque si lo haces sentirías que una parte de tí muere contigo, que una parte de tí queda vacía...y por incomprensible que pueda resultar para muchos, te dolería mucho más que el hecho de que puedas perder las rodillas.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Todo el mundo sueña.

Todo el mundo sueña. Es inevitable, así funciona el cerebro humano. Hay quien sueña y luego no lo recuerda, o no lo quiere recordar. Quien sueña con su pasado, con su futuro, con su presente. Hay quien sueña con lo que no es capaz de tener, con lo que le gustaría conseguir algún día, o con lo que tuvo pero ya no tiene. Hay quien sueña para no olvidar y quien sueña porque quiere olvidar y no puede. Quien sueña con lo que presiente, con lo que intuye, con lo que añora, con lo que teme. Hay quien sueña porque no puede dejar de pensar y quien sueña porque no piensa y solo siente. Y yo...yo hoy solo sueño con volver a verte.

lunes, 4 de octubre de 2010

Genève.

Da igual cual sea el momento, la época del año o el lugar. Siempre se respira estabilidad, tranquilidad, calma. Desde que te levantas por la mañana con la suave brisa del viento húmedo del lago hasta que te acuestas cada noche bajo el cielo oscuro y lleno de estrellas. Caminas por la calle y nadie te mira, nadie te juzga, nadie te conoce, salvo la dueña del pequeño supermercado de la plaza de en frente, que tiene controlados a todos los vecinos de la manzana, o el hombre que cada día retira las hojas secas que caen sobre la cancha de baloncesto del patio trasero, que siempre pregunta por cuanto tiempo te quedarás esta vez. Todos son amables contigo, te transmiten tranquilidad, buen humor, y los primeros días, cuando tu tímido francés suena oxidado y lento, se esfuerzan por entenderte y por hacer que les entiendas. Apenas tráfico, apenas ruido, apenas humo, muchas bicicletas, y algún que otro autobús. Las calles increíblemente limpias, los parques llenos de vida, niños y animales correteando de un lado a otro, jardines coloridos hasta en época de invierno...y nieve, mucha nieve, pero de la bonita, de la que no da frío, de la que da paz. El chocolate, tan bueno que nunca te cansa, incluso su olor genera la sensación de que podrías alimentarte sólo de él. Y las largas noches en diferentes lugares, diferente ambiente, diferente gente...incluso en el sofá de casa, con las mantas de colores, las películas en versión original y las series subtituladas o las novelas de Reverte, pero que no dejan de ser noches. Y lo único incoherente es, que aún siendo todo tan perfecto cuando estás allí, hasta ahora, siempre ha habido algo que te ha terminado haciendo querer volver aquí.

Siempre hay algo que te hace volver, algo que se queda aquí, y tarde o temprano te hace querer recuperar tu vida de siempre, en el sitio de siempre, con la gente de siempre. Bajar de la nube, poner los pies en el suelo de nuevo, y seguir adelante, con las pilas recargadas, pero desde el punto del que partiste. En cambio esta vez es diferente, esta vez vuelo con alas...esta vez miro alrededor...y no veo nada.


domingo, 3 de octubre de 2010

Sobre la noche.

No es del todo preocupante, si no mas bien inquietante, desconcertante. Que al despertar me falta el aire que por las noches colma mis pulmones. Y los llena de vida, me llena de vida, me siento libre, hasta que la luz que entra por las rendijas de la ventana me mata cada mañana con su radiante despertar, invadiéndome con cierta sensación de tristeza, y una vez más comienza la odiosa rutina. Y cuando parece que consigo resignarme a ella, el día llega a su fin, el sol se esconde entre su manta clara, la luna saca su traje de luces, y deja paso al aire de nuevo, deja paso a la vida, deja paso a la noche.